¿EN VERDAD SOMOS LIBRES?
Una interrogante cuya respuesta implica más que un monosílabo. Actualmente se
presume de una libertad en todas nuestras acciones, pero ¿en realidad es así? ¿O
sólo es una afirmación producto de la cotidianidad de decirla?
Lo que si es cierto es la libertad, al igual que la
felicidad y la verdad no han podido ser definidas de manera universal, ya que
han sido infinitos los modos en que el ser humano ha creído acercarse a ellas. Durante
el proceso ha constatado que ejercer la libertad no es ni fácil, ni cómodo.
Existen diversos factores que pueden ocasionar una distorsión
del término “libertad”, como lo es la familia, las religiones y la sociedad
misma. Ésta última tiene un inmenso poder sobre las decisiones y actos del
hombre, puesto que aquél que se proclame en contra de alguna de las
imposiciones de la sociedad es señalado como erróneo. Las tendencias y la moda
son uno de los aspectos que fomentan la creación de prototipos que excluyen a
todos aquellos que no entran en estos “moldes”, así que “somos libres mientras
no faltemos a las normas (superfluas) establecidas”. Es decir, muchas personas
que quieren vestir de una manera, ejercer cierta profesión u oficio, elegir un
estilo de vida deben procurar no revolucionar las ideologías impuestas por tradición
y costumbre. Por lo tanto estas personas no experimentan lo que en verdad es
libertad.
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Cabe señalar que la libertad es sinónimo de poder, por lo
tanto, requiere de responsabilidad, de no ir en contra de la salud e integridad
propia y de los demás. Por ello me
refiero que hay personas que se dejan
llevar por lo que dictamine la sociedad en materia de estética, modelos
superficiales, materialismo en sí y no de las cuestiones morales y éticas.
La cultura y la sociedad enseñan al hombre a ser
responsable, o en su defecto, por lo menos lo obligan a cumplir una serie de
normas establecidas. Lo que no se puede enseñar a los individuos es a ser
libres. La libertad va más allá de la cultura, de la familia o aún de las
mismas leyes. Éstas últimas refrenan al sujeto, pero no le dicen por qué dicho
acto debe ser castigado.
Lo anterior nos indica que cumplir con todo ello, no nos
hace libres, solamente nos hace responsables y nos limita, pero con ello no se
puede conseguir la libertad.
La libertad tiene que ver forzosamente con la razón, con
la reflexión, con el uso de las consciencia, pero desde la exigencia del propio
sujeto. Un acto no puede ser libre si sólo lo hacemos porque así está impuesto,
sino porque como individuos tenemos la capacidad de discernir qué es lo
correcto y qué calificar de perjudicial. Ese paso reflexivo y consciente hace
al sujeto ejercer la libertad, no la prescripción, ni la obligación.
El acto libre – y por lo tanto moral – no puede estar
condicionado a ningún agente externo, sino que tiene como fin encontrar su
propia autonomía la cual debe garantizar que el acto no sea beneficioso sólo
para él, sino para los demás.
El ser humano es capaz de darse cuenta de que sus actos
deben ser dirigidos al bienestar de la especie; si el género humano y todo lo
que lo rodea está bien, yo, por ser parte del género también estoy bien. Sin embargo,
este proceso lógico se debe llegar por la vía individual y no será necesario
que se le imponga nada.